Una de las partes más ingenuas de la obra de Tom Sachs es aquella en la que fusiona la moda y la violencia, llegando más adelante a desterrar a esta última en beneficio de marcas de éxito como Mc Donalds.
Proclamado a sí mismo como un bricoleur que dota de nuevo significado y uso a materiales desechados (iconos del materialismo incluidos). Critica duramente al consumismo y pone en tela de juicio esa casi adoración muy similar al culto religioso hacia ciertos objetos y marcas.
En claras alusiones a otros artistas como Duchamp, Sachs cuestiona el fetichismo alcanzado en muchos productos.
Aunque como una víctima más del sistema, el mismo artista reconoce que: «Cuando critico a esta cultura, a menudo soy cómplice. Como en McDonalds, compro en Chanel; amo esos lugares tanto como detesto que estén destruyendo nuestro mundo”